© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


DOCUMENTOS DE PENSAMIENTO LESBOFEMINISTA

Cuando quiero decir lo que miro en mi realidad cotidiana, me busco en un lugar distinto. Yo que hablo una lengua de mujer, nos reconozco, me reconozco en la ovarimonia, en la palabra dada por las mujeres a partir de la experiencia que pasa por nuestras cuerpas y desde nuestros pensamientos y ejercicios reflexivos, aquella que no necesita ser validada desde la lógica y la razón que rigen hoy a un sistema mundo que no es nuestro.


martes, 8 de agosto de 2017

DE: “APUNTES SOBRE LESBOFEMINISMO: NOTAS SOBRE SEPARATISMO”


Patricia Karina Vergara Sánchez

pakave@hotmail.com

Es importante comenzar por plantear que cuando decimos “separatismo” no estamos aludiendo a un sustantivo meramente designado para indicar acciones que segregan o dividen, la palabra refiere a movimientos políticos históricos, radicales en su mayoría, con un objetivo de independencia respecto de un régimen político.

Algunos de ellos se han manifestado de forma pacífica y otros con actos de autodefensa, anticoloniales e, incluso, considerados violentos. Hay movimientos separatistas que tienen coincidencias y otros que tienen posturas ideológicas contrarias entre sí. Así mismo, en el momento histórico en que se escriben estas líneas, hay movimientos vivos separatistas creando polémicas y distintos posicionamientos en el mundo. Baste con mencionar los procesos en Cataluña, El País Vasco, el Tíbet, Quebec y Kurdistán, entre otros. En el Abya Yala, en Brasil y Bolivia, al menos, hay propuestas en desarrollo por autonomías territoriales.

Si bien, las manifestaciones del pensamiento separatista son diversas, como se menciona líneas atrás, una primera definición muy básica de separatismo se refiere, concretamente, a la búsqueda de autonomía política, persigue la autodeterminación de un territorio o comunidad y lo que esto implique en contextos específicos.

En cuanto a las primeras vinculaciones entre el feminismo y el separatismo, ocurrieron en las décadas de los sesentas y los setentas. Se consideraba el separatismo más una táctica que un fin. Da cuenta de ello la introducción a la obra ya clásica Feminismo Primero, de 1978. Ahí las autoras Kathy Ross, Katharine Hess y Jean Langford consideraban una necesidad imperiosa el distinguir los intereses de las mujeres de los intereses de los hombres: “No vamos a poner nuestra independencia política a un lado para dar paso a la unidad”, escribían. 


Para fines de los 80s, Marilyn Frye lo define de esta forma, en el ensayo Algunas Reflexiones Sobre Separatismo y Poder:


“Es una separación de varios grados o modos de los hombres y las instituciones, relaciones, papeles y actividades que son definidas-por-hombres, dominadas-por-hombres y que operan para el beneficio de los hombres y la manutención de privilegio masculino – siendo que esa separación es iniciada o mantenida, de acuerdo con su voluntad, por mujeres” (1988:6).

Por supuesto, la propuesta separatista trajo grandes polémicas con quienes ubicaban sus luchas políticas en propuestas dirigidas por hombres o de amplia incidencia masculina y, también, a quienes les parecía que no era útil para movimientos que se enfrentaban con el racismo o en la lucha de clases mediante estrategias colectivas mixtas, o, para quienes consideraban que no podrían transformar el mundo para las mujeres sin considerar a “la otra mitad”. (Sobre esos temas, sería interesante entrar a reflexiones conjuntas en notas venideras).

Estas situaciones dieron por resultado que el desarrollo de este lugar político estuvo vinculado con los pensamientos y actuancias lésbicas debido al constante cuestionamiento que desde ellas se venía realizando sobre la institución de la heterosexualidad. 

En Feminismo Primero, las autoras afirmaban:

“No se trata de aseverar que el lesbianismo es un estilo superior de vivir; se trata de cómo utilizar su potencial por una independencia política de los hombres” (Hess, Langford y Ross, 1980:8) …” La heterosexualidad causa urgencia muy grande (en las mujeres heterosexuales) hacia reformar a los hombres. Muchas veces el objetivo inmediato o futuro se vuelve en mejorar las relaciones sexuales con los hombres” (Hess, Langford y Ross, 1980:8).


Entonces, en las lesbianas estaba, no la característica, pero sí la posibilidad, de sustraerse a los mandatos de dependencia en un sistema que privilegia lo masculino. Tanto fue así que hoy es difícil imaginar el lesbofeminismo sin reflexiones separatistas y el separatismo sin el motor lesbofeminista.

Entrando a otro orden de ideas, es importante señalar que en el Abya Yala hay una herencia larga de lucha por la autodeterminación de nuestras comunidades. Destaco las historias escritas y orales sobre grupos y pueblos originarios en distintos puntos de la región que resistieron combativamente a la conquista y algunos otros que, ante el avance de los colonizadores europeos, se refugiaron en lugares de difícil acceso en el interior del continente y con ello garantizaron su autodeterminación por largos periodos de tiempo. Igualmente, es preciso recordar a las comunidades negras esclavizadas traídas a la región, que se rebelaron y pudieron construir resistencias en palenques o quilombos.

Igualmente, me interesa señalar las historias de mujeres que, tras ser violadas por los colonizadores europeos, se deshicieron del producto de la violación, en aquellos primeros gestos de insubordinación y autonomía y de aquellas mujeres que voluntariamente y pese al escarnio social, en distintas etapas de la historia se negaron a contraer matrimonio o a seguir imposiciones sociales, ya sea poniendo negocios propios, aprendiendo oficios no tradicionales, viviendo con otras mujeres, con sus madres y otras parientes o solas. Todas ellas como precursoras de posibilidades de vida dentro del mundo dictado por el patriarcado, pero en independencia simbólica, pese a su costo.

Cabe recordar que las nombradas resistencias de mujeres en estas tierras continúan cotidianamente. Por ejemplo, cuando mujeres de pueblos originarios o las descendientes de esas insurrectas se niegan-nos negamos a parir o a criar a los hijos engendrados por el patrón o por cualquiera que oprime, o cuando nos negamos a quedarnos sólo con la episteme hegemónica y recuperamos nuestros propios saberes. En el mismo sentido, ocurre cuando en o con los pueblos organizados se crean estrategias que cuestionan las lógicas imperialistas y colonizadoras del desarrollismo y el ideal capitalista de “progreso” o las luchas por autonomía, defensa de la tierra, del agua, de la riqueza de las propias lenguas y las propias definiciones y cosmovisiones.

De estas líneas convergentes: de las resistencias ancestrales de nuestros pueblos; del pensamiento lesbofeminista, con sus distintas fuentes europeas, estadounidenses; del feminismo que se nombró “de color” en otras décadas y de pensadoras regionales (aun cuando unas y otras, esperablemente, nunca han sido hegemónicas en el pensamiento académico ni en el de los movimientos sociales); y de las siempre pedagógicas prácticas concretas de nuestras abuelas, es que lesbofeministas del Abya Yala hemos alimentado nuestras nociones sobre la importancia y las formas de autodeterminarnos y de crear espacios de resistencia ante los sistemas opresivos. Así, al paso de los años, de maneras más públicas o en propuestas menos visibles, incluso semi o clandestinas, los ejercicios separatistas lésbicosfeministas en toda la región -y el mundo- han llegado hasta esta segunda década del siglo XXI.

En este punto, es necesario nombrar un auge de visibilidad de la propuesta separatista lesbofeminista que ha ocurrido en el Abya Yala en el lustro reciente. Se relaciona con la toma de conciencia, discusiones más públicas gracias al uso de las redes e intercambios y organización constante de micro-comunidades en nuestros territorios. 

Sin embargo, el embate reaccionario era de esperarse. La forma que ha tomado responde a nuestra era y a que nuestras poblaciones se encuentran bajo el dominio del relativismo cultural que todo lo engulle, lo despolitiza y lo pone al servicio del sistema neoliberal, en donde las propuestas más transgresoras terminan diluidas, sin espinas y con precio marcado en código de barras. Así, hay quienes dicen partir de la política separatista como una excusa para hacer fiestas donde se privilegia la asistencia de mujeres (y sus amigos); para venta de productos y servicios varios “hechos por mujeres” o “entre mujeres” e, incluso, para asambleas de partidarias políticas. 


De esta forma, el separatismo y su potenciación lesbofeminista está en vías de convertirse en un producto más de consumo del feminismo que han llamado liberal, al servicio del beneficio individualista, que se conforma con consumir lo que suene a “rebelde”, que no es necesariamente un ejercicio de autonomía, mucho menos revolucionario.

Por ello, en esta breve nota señalo que:

1.- No todos los espacios de mujeres, o sin hombres, son espacios separatistas.

El patriarcado ha asignado históricamente espacios designados para las mujeres. Algunos de castigo o de aislamiento, como en muchos casos fueron los conventos de monjas. Otros, destinados para la realización de los trabajos socialmente asignados a las mujeres, de los cuales incluso se regodea en sus discursos: “las mujeres a la cocina”. No obstante, que la resistencia real y simbólica de las mujeres ha logrado resignificar algunos de ellos, convertirlos en refugio y hasta en lugares de alianza y/o donde explorar nuestra creatividad. Sin embargo, aun cuando los reivindicamos por la experiencia de resistencia que implican, no son lugares de autodeterminación.

2.- No todos los espacios no mixtos son separatistas.

Cuando las mujeres elegimos reunirnos entre nosotras, bailar y cantar entre nosotras, hablar para nosotras, reconocernos y debatir desde nosotras, sin la tutela masculina: Es un espacio político, sea explicitada o no esa politicidad, y es una pedagogía excelente organizativa para las sociedades enteras. Pero, no es un espacio separatista cuando no contempla un proyecto de cuestionamiento al régimen político que impone la obligatoria relacionalidad entre hombres y mujeres fuera de esos espacios acotados.

3.- Hoy, cuando las lesbofeministas y aliadas nos planteamos separatistas, lo estamos haciendo desde la expresa propuesta política de independencia de un régimen político opresor -Porque esa apuesta independentista es el sentido potente del separatismo-.

Ya no consideramos a la heterosexualidad una institución solamente, si no que reconocemos su lugar fundamental en la estructura del sistema mundo patriarcal. El régimen político de la relacionalidad socioeconómica sustentada en la obligación sexoafectiva y parental entre los hombres y las mujeres.

Sobre todo, es precisa la independencia de la heterosexualidad obligatoria, de la compulsión socioculturalmente creada en las mujeres a vivir siendo el complemento y en el cuidado no recíproco del otro, de los otros. Cadenas que pesan expresamente sobre aquellas con cuerpos con presunta capacidad paridora. Es decir, sobre los cuerpos a los que, al nacer, ya que sus características anatomofisiológicas parecían posibilitar el engendrar y parir al crecer y, por lo tanto, socialmente, se les prospectó el destino de madres, fueron asignados cuerpos del sexo femenino. Cuerpos sobre los que desde la primera infancia se asignan culturalmente y físicamente tareas de cuidados y de servicios que sostienen gratuitamente al sistema político y económico.

Ante lo expuesto, la propuesta separatista construye ideas, artes, espacios físicos, virtuales y simbólicos de mujeres que han dado la vuelta a esa construcción de “mujer” sobre el cuerpo en donde se ha prospectado la capacidad de parir y la obligatoriedad de servir, para reivindicarlo en el lugar de esta historia de resistencia política. Desde aquellas que fueron asignadas servidoras en el patriarcado, que han resistido y, finalmente, le han disputado su cuerpo -su cuerpa ya- y desde la autodeterminación han creado otras subjetividades para encontrarse, acompañarse y aliarse entre ellas, entre nosotras.

A diferencia de otros separatismos en la historia, nosotras no tenemos una tierra que nos unifique o acoja. Hace milenios que fuimos despojadas de tierras propias y estamos cotidianamente a merced de los embates de quienes cuestionan, temen, buscan asimilar nuestra mirada o de quienes, en franco antagonismo, amenazan con destruirnos, lo cual es posible en los contextos femicidas en que habitamos.

A pesar de ello y a causa de ello, hay para quienes nos parece completamente dotada de sentido la necesidad de pensarnos, en nuestras micro-comunidades, las posibilidades de nuestra autonomía, prácticas políticas de independencia y estrategias concretas.


Por ahora, desde el separatismo lesbofeminista contemporáneo, en el Abya Yala contamos ya con nuestras propias comunidades, las que dan el continuum lésbico y que construyen nuestras existencias lesbianas. Igualmente, reinventamos a diario la lengua propia que nos permite reconocernos entre nosotras…

Fin de la primera nota de “Apuntes lesbofeministas”.


Frye, Marilyn. (2012). Algunas Reflexiones sobre Separatismo y el Poder. Difusión Feminista Herética Ediciones Lésbicas y Feministas Independientes. Argentina

Hess, Katharine; Langford, Jean y Ross, Kathy. (1980) Feminismo Primero. Ed. Tsumami. USA

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