© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


DOCUMENTOS DE PENSAMIENTO LESBOFEMINISTA

Cuando quiero decir lo que miro en mi realidad cotidiana, me busco en un lugar distinto. Yo que hablo una lengua de mujer, nos reconozco, me reconozco en la ovarimonia, en la palabra dada por las mujeres a partir de la experiencia que pasa por nuestras cuerpas y desde nuestros pensamientos y ejercicios reflexivos, aquella que no necesita ser validada desde la lógica y la razón que rigen hoy a un sistema mundo que no es nuestro.


miércoles, 30 de agosto de 2017

ATENTO AVISO Y PARTE I

Estoy cumpliendo cuatro años impartiendo la asignatura “violencia de género” a terapeutas; el año pasado me formé en victimología y este semestre comienzo a impartir esa asignatura, también; la propuesta de “Desterrar Fantasmas”, escrituras de mujeres sobre violencias vividas, lleva ya tres años de existencia con 16 procesos completos en Ciudad de México, más ocho ediciones intensivas en distintos países; Igualmente, hace dos años de forma privada y hace un año públicamente, vengo acompañando a mujeres quienes hemos sobrevivido a violencias sexuales de otras mujeres.

Este “curriculum” lo narro porque he venido reflexionando hace tiempo sobre cómo muchas de las lecturas, estudios e incluso propuestas de intervención sobre violencia son tremendamente patriarcales, revictimizadoras y corresponsabilizan a quien ha padecido el daño de las acciones cometidas por otres. Nuestra sociedad pone, en general, la búsqueda de justicia, la sanación y la cohesión comunitaria en los hombros de quien ha sido herida dejando de lado los procesos psíquicos y necesidades que implica el trauma. Incluso, ignorando el trauma mismo.

En tanto, hay cientos de trabajos y esfuerzos por separar la acción violenta de quien realiza esa acción, así como por comprender y empatizar con quien hace el daño, lo que sumado a la naturalización de la violencia y a la corrupción de los aparatos legaloides en esta región del mundo, garantizan la impunidad casi total y la reproducción del daño, la asimilación hacia vivir eternamente entre quienes dañan y asumiendo el daño como inevitable; construyendo así comunidades enteras en la violencia y la protección a quien violenta.

Escribo esto desde la conciencia de estar en el país en donde se asesina a una mujer cada tres horas y en donde cada una de las mujeres con las que convivo y trabajo ha expresado explícitamente haber sobrevivido a diferentes manifestaciones de la cultura feminicida imperante.

Sobre estos temas, hace tiempo quiero escribir algún ensayo o artículo, por si llega a ser de utilidad a alguna de las que me lee, por si pudiera hacerle algún sentido. Por si aporta a la tarea de desnaturalizar las violencias e idear comunidades en donde no sean toleradas, ni disculpadas, ni olvidadas.

Sin embargo, el trabajo diario me hace posponer esta tarea una y otra vez. Así, que he ideado una manera de auto obligarme a escribir y de comenzar ese trabajo, aun cuando sea de poco a poco. Por ello, me comprometo a que cada miércoles, subiré en mi blog, Ovarimonia, y en mi página de Face cuando menos un par de párrafos que abonen a la construcción de ese ejercicio reflexivo y con el deseo de que estos párrafos se enriquezcan con aquello que alguna quisiera aportar. Un ensayo escrito en público, a ver cómo sale.

Hecho este aviso-anuncio.

Comienzo con la parte primera:

VIOLENCIA

I
Patricia Karina Vergara Sánchez

Violencia es una palabra que etimológicamente parte del latín “Vis”, que significa fuerza o presión y de “olentus”, que se refiere a abundancia o exceso. Es decir, la violencia es un uso excesivo de fuerza o presión.

Para que la violencia ocurra, es necesario que quien violenta tenga, aun cuando sea de forma transitoria, algún tipo de fuerza física o moral o, bien, un instrumento tangible o intangible que permita hacer presión, imponer. Es decir, quien violenta posee alguna forma de poder respecto a quien recibe la violencia.

Hay una observación que me interesa hacer a partir de esta primera definición:

La violencia se lee desde la desigualdad de poder que posibilita esa violencia y desde la acción a partir de ese poder. Esto es, si alguien se presenta ante otra persona y la hiere, está violentándola, si la persona violentada le empuja, le rasguña o le muerde para defenderse, es eso, un acto de defensa o de autodefensa.

La distinción entre las nociones de violencia y autodefensa no es poca cosa, tiene dimensiones políticas.

Al Estado y al sistema patriarcal les conviene bastante llamar violencia a todo acto de enfrentamiento porque así difumina la línea que permite ver en dónde está el poder, las relaciones de poder y qué implican esos abusos d poder.

Un primer ejemplo: es muy conveniente para el patriarcado, cuando tras una situación de violencia en una pareja, una termina con la nariz rota y el otro con rasguños en el rostro y ante el suceso, las personas alrededor, incluso en instituciones que se supone abordan el problema, leen o señalan que “ambos se violentaron”.Probablemente hasta los familiares y les protagonistas de la situación repitan el discurso de aceptación de violencia por ambos lados.

El no leer cuáles heridas ocurrieron de forma defensiva y cuáles de forma ofensiva tiene consecuencias que invito a reflexionar:

1.- Impide ver la desigualdad de poder y las situaciones que dinamitan que una de estas personas tuviera que defenderse.

2.- Al invisibilizar la necesidad de defensa, perpetúa los vínculos, con la imagen falsa de que “están en igualdad de circunstancias”.

3.- En el siguiente episodio de violencia, quien tiene que defenderse, además, puede restringirse tratando de contener aquella “violencia” de la cual le hicieron creer que era responsable y esta restricción, pone en peligro su integridad física y su vida.

Segundo ejemplo: Cuando los aparatos de Estado reprimen una manifestación social, los medios difundirán que hubo un enfrentamiento violento entre quienes se manifestaban y los cuerpos represivos. Habrá imágenes de participantes lanzando piedras, bombas molotov, portando un machete o rompiendo un cristal y la lectura social será “¡Qué violencia!”. Sin embargo, un análisis de las relaciones de poder nos permite conocer que, generalmente, las manifestaciones sociales responden ante violencias- imposiciones y abusos de poder del Estado, de las cúpulas del poder político y económico-, es decir son reacciones ante violencias concretas.

En estos contextos, quienes tiene la tarea de reprimir físicamente portan uniformes de protección, armas, escudos, tecnología a su disposición y bastante inmunidad para las prácticas que comentan. Quienes participan de los disturbios no cuentan con esos elementos y es mucho más probable que terminen herides en prisión.

Basten, por ahora, estos dos ejemplos, para ilustrar cómo es conveniente políticamente para los sistemas opresivos que nos cueste distinguir entre violencia y defensa,

Concluyo, hoy, este primer texto introductorio.

Violencia, no es lo mismo que defensa y autodefensa, violencia es siempre un uso excesivo o abuso de fuerza o de poder.

martes, 8 de agosto de 2017

DE: “APUNTES SOBRE LESBOFEMINISMO: NOTAS SOBRE SEPARATISMO”


Patricia Karina Vergara Sánchez

pakave@hotmail.com

Es importante comenzar por plantear que cuando decimos “separatismo” no estamos aludiendo a un sustantivo meramente designado para indicar acciones que segregan o dividen, la palabra refiere a movimientos políticos históricos, radicales en su mayoría, con un objetivo de independencia respecto de un régimen político.

Algunos de ellos se han manifestado de forma pacífica y otros con actos de autodefensa, anticoloniales e, incluso, considerados violentos. Hay movimientos separatistas que tienen coincidencias y otros que tienen posturas ideológicas contrarias entre sí. Así mismo, en el momento histórico en que se escriben estas líneas, hay movimientos vivos separatistas creando polémicas y distintos posicionamientos en el mundo. Baste con mencionar los procesos en Cataluña, El País Vasco, el Tíbet, Quebec y Kurdistán, entre otros. En el Abya Yala, en Brasil y Bolivia, al menos, hay propuestas en desarrollo por autonomías territoriales.

Si bien, las manifestaciones del pensamiento separatista son diversas, como se menciona líneas atrás, una primera definición muy básica de separatismo se refiere, concretamente, a la búsqueda de autonomía política, persigue la autodeterminación de un territorio o comunidad y lo que esto implique en contextos específicos.

En cuanto a las primeras vinculaciones entre el feminismo y el separatismo, ocurrieron en las décadas de los sesentas y los setentas. Se consideraba el separatismo más una táctica que un fin. Da cuenta de ello la introducción a la obra ya clásica Feminismo Primero, de 1978. Ahí las autoras Kathy Ross, Katharine Hess y Jean Langford consideraban una necesidad imperiosa el distinguir los intereses de las mujeres de los intereses de los hombres: “No vamos a poner nuestra independencia política a un lado para dar paso a la unidad”, escribían. 


Para fines de los 80s, Marilyn Frye lo define de esta forma, en el ensayo Algunas Reflexiones Sobre Separatismo y Poder:


“Es una separación de varios grados o modos de los hombres y las instituciones, relaciones, papeles y actividades que son definidas-por-hombres, dominadas-por-hombres y que operan para el beneficio de los hombres y la manutención de privilegio masculino – siendo que esa separación es iniciada o mantenida, de acuerdo con su voluntad, por mujeres” (1988:6).

Por supuesto, la propuesta separatista trajo grandes polémicas con quienes ubicaban sus luchas políticas en propuestas dirigidas por hombres o de amplia incidencia masculina y, también, a quienes les parecía que no era útil para movimientos que se enfrentaban con el racismo o en la lucha de clases mediante estrategias colectivas mixtas, o, para quienes consideraban que no podrían transformar el mundo para las mujeres sin considerar a “la otra mitad”. (Sobre esos temas, sería interesante entrar a reflexiones conjuntas en notas venideras).

Estas situaciones dieron por resultado que el desarrollo de este lugar político estuvo vinculado con los pensamientos y actuancias lésbicas debido al constante cuestionamiento que desde ellas se venía realizando sobre la institución de la heterosexualidad. 

En Feminismo Primero, las autoras afirmaban:

“No se trata de aseverar que el lesbianismo es un estilo superior de vivir; se trata de cómo utilizar su potencial por una independencia política de los hombres” (Hess, Langford y Ross, 1980:8) …” La heterosexualidad causa urgencia muy grande (en las mujeres heterosexuales) hacia reformar a los hombres. Muchas veces el objetivo inmediato o futuro se vuelve en mejorar las relaciones sexuales con los hombres” (Hess, Langford y Ross, 1980:8).


Entonces, en las lesbianas estaba, no la característica, pero sí la posibilidad, de sustraerse a los mandatos de dependencia en un sistema que privilegia lo masculino. Tanto fue así que hoy es difícil imaginar el lesbofeminismo sin reflexiones separatistas y el separatismo sin el motor lesbofeminista.

Entrando a otro orden de ideas, es importante señalar que en el Abya Yala hay una herencia larga de lucha por la autodeterminación de nuestras comunidades. Destaco las historias escritas y orales sobre grupos y pueblos originarios en distintos puntos de la región que resistieron combativamente a la conquista y algunos otros que, ante el avance de los colonizadores europeos, se refugiaron en lugares de difícil acceso en el interior del continente y con ello garantizaron su autodeterminación por largos periodos de tiempo. Igualmente, es preciso recordar a las comunidades negras esclavizadas traídas a la región, que se rebelaron y pudieron construir resistencias en palenques o quilombos.

Igualmente, me interesa señalar las historias de mujeres que, tras ser violadas por los colonizadores europeos, se deshicieron del producto de la violación, en aquellos primeros gestos de insubordinación y autonomía y de aquellas mujeres que voluntariamente y pese al escarnio social, en distintas etapas de la historia se negaron a contraer matrimonio o a seguir imposiciones sociales, ya sea poniendo negocios propios, aprendiendo oficios no tradicionales, viviendo con otras mujeres, con sus madres y otras parientes o solas. Todas ellas como precursoras de posibilidades de vida dentro del mundo dictado por el patriarcado, pero en independencia simbólica, pese a su costo.

Cabe recordar que las nombradas resistencias de mujeres en estas tierras continúan cotidianamente. Por ejemplo, cuando mujeres de pueblos originarios o las descendientes de esas insurrectas se niegan-nos negamos a parir o a criar a los hijos engendrados por el patrón o por cualquiera que oprime, o cuando nos negamos a quedarnos sólo con la episteme hegemónica y recuperamos nuestros propios saberes. En el mismo sentido, ocurre cuando en o con los pueblos organizados se crean estrategias que cuestionan las lógicas imperialistas y colonizadoras del desarrollismo y el ideal capitalista de “progreso” o las luchas por autonomía, defensa de la tierra, del agua, de la riqueza de las propias lenguas y las propias definiciones y cosmovisiones.

De estas líneas convergentes: de las resistencias ancestrales de nuestros pueblos; del pensamiento lesbofeminista, con sus distintas fuentes europeas, estadounidenses; del feminismo que se nombró “de color” en otras décadas y de pensadoras regionales (aun cuando unas y otras, esperablemente, nunca han sido hegemónicas en el pensamiento académico ni en el de los movimientos sociales); y de las siempre pedagógicas prácticas concretas de nuestras abuelas, es que lesbofeministas del Abya Yala hemos alimentado nuestras nociones sobre la importancia y las formas de autodeterminarnos y de crear espacios de resistencia ante los sistemas opresivos. Así, al paso de los años, de maneras más públicas o en propuestas menos visibles, incluso semi o clandestinas, los ejercicios separatistas lésbicosfeministas en toda la región -y el mundo- han llegado hasta esta segunda década del siglo XXI.

En este punto, es necesario nombrar un auge de visibilidad de la propuesta separatista lesbofeminista que ha ocurrido en el Abya Yala en el lustro reciente. Se relaciona con la toma de conciencia, discusiones más públicas gracias al uso de las redes e intercambios y organización constante de micro-comunidades en nuestros territorios. 

Sin embargo, el embate reaccionario era de esperarse. La forma que ha tomado responde a nuestra era y a que nuestras poblaciones se encuentran bajo el dominio del relativismo cultural que todo lo engulle, lo despolitiza y lo pone al servicio del sistema neoliberal, en donde las propuestas más transgresoras terminan diluidas, sin espinas y con precio marcado en código de barras. Así, hay quienes dicen partir de la política separatista como una excusa para hacer fiestas donde se privilegia la asistencia de mujeres (y sus amigos); para venta de productos y servicios varios “hechos por mujeres” o “entre mujeres” e, incluso, para asambleas de partidarias políticas. 


De esta forma, el separatismo y su potenciación lesbofeminista está en vías de convertirse en un producto más de consumo del feminismo que han llamado liberal, al servicio del beneficio individualista, que se conforma con consumir lo que suene a “rebelde”, que no es necesariamente un ejercicio de autonomía, mucho menos revolucionario.

Por ello, en esta breve nota señalo que:

1.- No todos los espacios de mujeres, o sin hombres, son espacios separatistas.

El patriarcado ha asignado históricamente espacios designados para las mujeres. Algunos de castigo o de aislamiento, como en muchos casos fueron los conventos de monjas. Otros, destinados para la realización de los trabajos socialmente asignados a las mujeres, de los cuales incluso se regodea en sus discursos: “las mujeres a la cocina”. No obstante, que la resistencia real y simbólica de las mujeres ha logrado resignificar algunos de ellos, convertirlos en refugio y hasta en lugares de alianza y/o donde explorar nuestra creatividad. Sin embargo, aun cuando los reivindicamos por la experiencia de resistencia que implican, no son lugares de autodeterminación.

2.- No todos los espacios no mixtos son separatistas.

Cuando las mujeres elegimos reunirnos entre nosotras, bailar y cantar entre nosotras, hablar para nosotras, reconocernos y debatir desde nosotras, sin la tutela masculina: Es un espacio político, sea explicitada o no esa politicidad, y es una pedagogía excelente organizativa para las sociedades enteras. Pero, no es un espacio separatista cuando no contempla un proyecto de cuestionamiento al régimen político que impone la obligatoria relacionalidad entre hombres y mujeres fuera de esos espacios acotados.

3.- Hoy, cuando las lesbofeministas y aliadas nos planteamos separatistas, lo estamos haciendo desde la expresa propuesta política de independencia de un régimen político opresor -Porque esa apuesta independentista es el sentido potente del separatismo-.

Ya no consideramos a la heterosexualidad una institución solamente, si no que reconocemos su lugar fundamental en la estructura del sistema mundo patriarcal. El régimen político de la relacionalidad socioeconómica sustentada en la obligación sexoafectiva y parental entre los hombres y las mujeres.

Sobre todo, es precisa la independencia de la heterosexualidad obligatoria, de la compulsión socioculturalmente creada en las mujeres a vivir siendo el complemento y en el cuidado no recíproco del otro, de los otros. Cadenas que pesan expresamente sobre aquellas con cuerpos con presunta capacidad paridora. Es decir, sobre los cuerpos a los que, al nacer, ya que sus características anatomofisiológicas parecían posibilitar el engendrar y parir al crecer y, por lo tanto, socialmente, se les prospectó el destino de madres, fueron asignados cuerpos del sexo femenino. Cuerpos sobre los que desde la primera infancia se asignan culturalmente y físicamente tareas de cuidados y de servicios que sostienen gratuitamente al sistema político y económico.

Ante lo expuesto, la propuesta separatista construye ideas, artes, espacios físicos, virtuales y simbólicos de mujeres que han dado la vuelta a esa construcción de “mujer” sobre el cuerpo en donde se ha prospectado la capacidad de parir y la obligatoriedad de servir, para reivindicarlo en el lugar de esta historia de resistencia política. Desde aquellas que fueron asignadas servidoras en el patriarcado, que han resistido y, finalmente, le han disputado su cuerpo -su cuerpa ya- y desde la autodeterminación han creado otras subjetividades para encontrarse, acompañarse y aliarse entre ellas, entre nosotras.

A diferencia de otros separatismos en la historia, nosotras no tenemos una tierra que nos unifique o acoja. Hace milenios que fuimos despojadas de tierras propias y estamos cotidianamente a merced de los embates de quienes cuestionan, temen, buscan asimilar nuestra mirada o de quienes, en franco antagonismo, amenazan con destruirnos, lo cual es posible en los contextos femicidas en que habitamos.

A pesar de ello y a causa de ello, hay para quienes nos parece completamente dotada de sentido la necesidad de pensarnos, en nuestras micro-comunidades, las posibilidades de nuestra autonomía, prácticas políticas de independencia y estrategias concretas.


Por ahora, desde el separatismo lesbofeminista contemporáneo, en el Abya Yala contamos ya con nuestras propias comunidades, las que dan el continuum lésbico y que construyen nuestras existencias lesbianas. Igualmente, reinventamos a diario la lengua propia que nos permite reconocernos entre nosotras…

Fin de la primera nota de “Apuntes lesbofeministas”.


Frye, Marilyn. (2012). Algunas Reflexiones sobre Separatismo y el Poder. Difusión Feminista Herética Ediciones Lésbicas y Feministas Independientes. Argentina

Hess, Katharine; Langford, Jean y Ross, Kathy. (1980) Feminismo Primero. Ed. Tsumami. USA

SOBRE AMOR ROMÁNTICO, LESBOFEMINISMO Y FORMAS DE LESBOFOBIA

Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

1.-Cuando hablamos del amor romántico, hablamos de una construcción social que desde hace unos cuatro-cinco siglos viene sirviendo para edulcorar las relaciones de apropiación del cuerpo de las mujeres para labores domésticas de cuidado y crianza y que, además, sean adornadas con la cintilla rosa de que todo ello lo hacemos por amor. Y por amor, el amor romántico, los hombres se convierten en el caballero del cuento -según los recursos a su alcance- el proveedor y rescatador de la princesa. Y, por amor, la princesa -según los recursos a su alcance- se “entrega”, se "sacrifica" y “luchará” por ese amor. Por amor se renuncia, por amor se espera, el amor todo lo puede. Por amor, las mujeres vemos en otras a posibles rivales -incluso a la suegra y a la cuñada- no nos aliamos, disputamos por quién habrá de ser la elegida, la más querida, la preferida, aunque sea simbólicamente, aunque el varón no esté presente. El amor romántico es la construcción de las mujeres en la competencia, en la enemistad, el sujeto que busca ser “la deseada". La princesa elegida y rescatada de las fauces del dragón. Tiene ese amor, así, a las mujeres sometidas al cuento de la heterosexualidad obligatoria y al sueño de corresponder al príncipe azul para siempre. Ese es el amor romántico que las feministas y lesbofeministas criticamos. 
El amor como opio de las mujeres, diría Kate Millet.
2.-Las rosas, los nombres de pastel o la cena a la luz de las velas no son el amor romántico, aunque le sirven muy bien de parafernalia al amor romántico. 
Las rosas no son las culpables de la manipulación, pero, además de ser una industria muy provechosa, cuánto sirven, por ejemplo, para “marcar territorio” al mandarle rosas a una mujer en su espacio laboral, cuánto sirven para hacerse perdonar, cuánto para simbolizar ese amor de renuncia.
El nombre de pastel, los nombres privados, puede bien ser un juego, pero cuando llama en diminutivo, cuando es posesivo y monogámico, cuando infantiliza, qué tipo de subjetividad dentro de las relaciones va construyendo. 
Las velas y la cena sazonada no son el problema en sí, si no lo que se construye alrededor del cliché, la expectativa, la exigencia, el chantaje o la obligatoriedad de responder de tal o cual manera a la luz de esa vela. 
El viaje, la noche estrellada, la tarde en el parque o la herencia y las cuentas de banco a nombre del beneficiario no son el amor romántico, pero sí algunas de las posibles herramientas de control que le sirven bastante bien.
3.-Por otro lado, las relaciones no heterosexuales, aquellas que buscan emular el modelo heterosexual, también están plagadas del amor romántico, por supuesto. Es más, los discursos LGBT parecen competir por el nivel de toxicidad dulce romántica que pueden esgrimir, pareciera que para ser “aceptades”, “incluides”, “reconocides” en la “diversidad”, es necesario demostrar cuan similares o incluso más apegades al modelo romántico se puede resultar. 
Es decir, no es una alianza ni amor de aquellos que resisten al régimen heterosexual, si no de parejas que se esfuerzan por demostrar cuan funcionales al modelo de sumisión y abstraídos une en otre se puede resultar y ahí tenemos a la “comunidad” diversa desesperada por demostrar que puede tener bodas de ensueño, casas hermosas y criar niños y niñas, perros y gatos respondiendo a los moldes más disciplinantes y melosos del amor romántico.
Un par de décadas de críticas sobre ello ya están escritas. 
4.- Las lesbianas, por supuesto que repetimos el ideal romántico, Siempre recuerdo aquella obra primera “El Pozo de la Soledad” donde la protagonista “deja ir” a la amada para que pueda tener un hijo y un esposo y toda la vida que ella no le pude dar…y de ahí a L Word y a todas las series y obras contemporáneas que modelan nuevas generaciones de consumidoras de amor romántico (y modelos de vida colonial de paso). El amor romántico aquí se repite porque no es alianza política entre las protagonistas de tantas historias, si no encuentros que responden a los modelos ya establecidos de ese amor.
5.-Todas estas reflexiones, sin detenernos a profundizar, además, en que el amor romántico implica, también, formas de violencia que van de la manipulación y el chantaje al feminicidio, no como otra cara de la moneda, si no como material continuación de la relación romántica en donde une es propiedad de otre…
6.- Dicho y teniendo presente lo anterior, preciso que hablo desde otro punto: cuando dos o más mujeres que dada sus anatomofisiología al nacer fueron destinadas a poner sus afectos, servicios y cuidados en la heterosexualidad obligatoria y que se han rebelado a ello, se relacionan entre sí, negándose al cuento del amor romántico; cuando esas mismas mujeres no se someten al cuento de la familia feliz en la diversidad sexual; cuando desde un lugar de desobediencia política estas mujeres construyen proyectos -sexuales o no- en conjunto y se declaran afecto, amor y/o ternura entre ellas, entonces, no se trata de un amor romántico. Es, exactamente, el amor desde el desacato a la sumisión de unas y otras, es el amor insumiso a la forma de amor construida en el patriarcado.
7.- Entonces, que miradas desde la heterosexualidad o pseudo críticas vengan a decir que debemos renunciar a proponer el amarnos entre mujeres, al amor entre mujeres, a dejar de hablar, escribir o versar sobre la forma en que nos amamos porque es caer en el romanticismo… Desde la hegemonía vienen a decir por qué deberíamos silenciar nuestras manifestaciones. ¡Ja! Se llama lesbofobia y no es nada nuevo ni crítico.
8.-El patriarcado, ha hecho un gran trabajo, esmerado, por mostrar lo imposible que es el amor entre mujeres, las múltiples formas de amor entre mujeres. Sería demasido largo un recuento de cuántas veces y en qué formas han intentado invisibilizar nuestras reflexiones, borrar o disimular nuestras escrituras, eliminar nuestros nombres. 
Sin embargo, caray, algo muy poderoso debe de haber que aún con su censura, aún con el patriarcado convertido en soldaditos a su servicio, vigilantes de lo que hacemos o decimos, no logran arrancarnos la ternura que sentimos entre nosotras.
9.- No estamos exentas de caer en discursos románticos, en tanto humanas y en tanto habitantes y receptoras del discurso hegemónico, cierto. Sin embargo, dado que el amor lésbico, dado que el amor entre mujeres -sexual y no sexualmente explícito- sigue siendo un tema sancionable-censurable criticado por las mentes más conservadoras, intentado convertir en mercancía por las industrias y, aún, intentado silenciar por las vocecillas del patriarcado progre; sumado todo ello a que seguimos necesitando el rescate de genealogías y la gestión de referentes de nuestras ternuras y amores desobedientes:
Seguir hablando, escribiendo, dibujando, creando desde nosotras, entre nosotras, para nosotras y de nuestras formas de amarnos es un acto de radicalidad política necesario.
Por lo tanto, si alguien le incomoda: quítese, no estorbe que estamos ocupadas.